Gárgaras de gárgolas

Ahí quedó el ruido petrificado

01 agosto 2006

Buah

bla bla bla

02 mayo 2006

¿Qué es el tiempo?

¿Qué es el tiempo? El tiempo mece los árboles, exprime los senos de las muchachas jóvenes y atrae a las orugas a comer la mejor lechuga. Todo el mundo lleva una noción de tiempo más o menos controlada. Me gustaría saber como los adultos siempre saben a qué hora y qué día pasa el camión de la basura. Es algo que me tiene realmente preocupado. Bendigo las malas ideas y como muy malas que son, ahora me recordaré escribiendo el ordenador con los ojos cerrados, oyendo el mar de fondo y con la luz entrando de forma coqueta por la ventana. Yo no soy nada, solo soy lo que escribo y como siempre escribo lo mismo pues seré igual siempre. Y siempre suena como una trompeta con tapón, sorda, o como un arpa, de esas que los niños nunca han visto en la vida real, de esas que tocan las hadas que parecen haber tomado un activador físico, como cafeína o algo así. También prefiero empezar a frotar dos millones de candelas para que pueda ver bien de una vez, porque el oscuro surrealismo agoniza en mi colon. La carne de cañón fue siempre bien interpretada por mis ojos medios cerrados, a un paso del sueño diario, del diario descanso que produce el cansancio del día a día. Ahora tengo la cabeza vacía, mas no puedo parar de escribir. El sonido de la música rebota a un lado y a otro de las paredes cerebrales, y provoca un efecto nauseabundo, digno de las mejores carreras. Yo lo único que quería hacer era tirar un piano desde un décimo piso, a ver que pasaba cuando cayese. Pero daba igual la suerte, la suerte no importa, no existe, me da igual, pasa de largo y se para, me sonríe y juega al escondite, pero realmente no está. Cuando la camisa empieza a estar mojada, cuando los sueños andan perdidos y rotos, entonces es cuando siento que el éxtasis corporal llega a la cúspide de una pirámide que no logro controlar, que se colma y derrumba. Y luego forma una muralla a las entradas de mis entrañas, de mi fémur, del omóplato y siento como si la pirámide fuera yo, y como si mil millones de rayos rompiesen la piedra y empezasen a fluir sin sentido. Ya no sé ni lo que digo y lo sé. Me trabo, trastabillo al hablar, y el pensamiento no lleva el mismo caudal desde hace tiempo. La melodía nace sucia, y los recuerdos en vez de en verde aparecen en negro. Como si el cine antiguo se hubiese colado en mi vida, traduciendo las preocupaciones pasadas en entierros de preocupaciones. Y por fin llega el momento de preguntarse qué coño ha pasado en mi vida en los últimos tiempos, en mi última era sobre la Tierra. Abusos, insultos, estupideces o pérdidas completan el catálogo. Es una larga lista de precios, cada cual con su estimación donde existe el lujo o la mediocridad, donde hay sobras o carencia, todo depende desde la óptica donde se mira. Los incendios dejaron muchos escombros sin asombros, hogueras que aún lucen vivas sin pensarlo, y fuego y más fuego. Unas pirulas de sacarina saben a robo, porque estorbo al que impide que le robe, a la falda desnuda de pudor que moja el recuerdo de mi memoria… Puntos suspensivos en la cama, sábanas que momifican al más atrevido y lenguas que absorben el calor de los cuerpos, que se queman ellas mismas. Fluidos a raudales que quedan impresos como las gotas de meado que se quedan en los retretes de los institutos. Que virtud el escribir tristemente.

Yo miro el tiempo cada día, cada segundo, hablo con un árbol que ahora mismo pelea audaz con la primavera. Y cada día parece que una hoja ha crecido en él. Entonces, siempre que lo miro, tan verde y frondoso le pregunto cuanta porquería se puede llegar a pensar en los cambios de hora.

26 abril 2006

Yo, dodó

El aparcamiento subterráneo estaba oscuro, frío y lleno de muebles. Al fin, se divisaba poco a poco como esos muebleseran sillas y mesas que estaban alumbradas por la tenue candela que de una vela se desprendía. Los comensales eran muy elegantes, todos con el triquiteo de los tenedores, los cuchillos y las futuras cucharillas de postre que iban a ser desvirgadas.
De pronto, la puerta del aparcamiento se abrió y entró un gran chorro de luz. Los comensales, muy elegantes, dieron un salto de sus silles y empuñaron barrotes de metal para entrar en acción ante aquella situación. La puerta hacía mucho ruido y la luz era muy potente, con lo que no pudieron divisar absolutamente nada.
Una pequeña sombra se dibujaba, nada más. ¿Qué sería? ¿Qué no sería? Los amigos, hermanos, primos y demás familiares no creían que nada pudiera estropear su cena. Alguien preguntó:
-¿Quién eres? ¿Por qué te escondes?
El silencio fue su repuesta
Por segunda vez:
-¿Quién eres? ¿Por qué te escondes? ¡Contesta!
La pequeña sombra seguía sin contestar.
En el aparcamiento se podía percibir cierto olor a aceite de coche y a neumático quemado. El dodó, ya extinguido reconocía estas pestilencias.
-¿No sabéis quién soy? Muy mal, pues no parecía eso cuando os divertiáis a mi costa... En la costa...
El dodó malgache se quedó estático. Portaba en la mano una botella de mostaza, gas mostaza. La destapó y ante la atónita mirada de los que allí se reunían, arrojó la botella al interior. Luego, cerró la puerta y dejó morir a los comensales en frente de sus platos con muslo de pato.
Sonriente y patizambo, el dodó echó andar riendo, saldando las cuentas de sus antepasados. Tiempo después, algunos dicen que lo vieron traficando con cuadros robados, otros afirman que dejó de vagar en busca de venganza y se retiró a un pueblo turístico a pintar cuadros que luego vendía y aún otros decían que eso del dodó no era cierto, nada de nada, que ese pájaro se extinguió hacía ya mucho, mucho tiempo.

Tres puntos

Hablas de tres puntos... Puntos suspensivos... Suspense.

Tres puntos que pueden ser tres conos vistos desde el cielo. Tres puntos que vuelven a ser tres suspiros, que conforman la resignación, el qué se le va a hacer. También la ignorancia, la cicatriz del tiempo, ya pensaba yo... Tres puntos como tres dardos, tres puntos para enchufar radios y ordenadores, tres puntos de semáforo en ámbar y rojo, en ámbar y verde, en ámbar y luego más ámbar. Tres puntos para esquivar, no sé, no sé, como se esquiva a los niños. Ellos preguntan otra vez en la interminable razón de los porqués y siguen preguntando cuando no quedan respuestas para el porqué de todo. Los tres puntos están ahí para algo o para nada. Para algo si se necesita dejar pausas eternizantes y para nada si se pretende el sano ejercicio del silencio.

Ante la inminente hegemonía del etcétera, rescatamos los tres puntos. Salen de un pozo, ayudadas, en ejercicio de memoria, porque si se unen los tres puntos se consigue una cuerda. Luego se tira de la cuerda y otra vez esas bolas rocambolescas de número primo y enemigas de los etcéteras vuelven a respirar. Qué sería del suspense, de la sorpresa, de un pensamiento alejado o de la desidia por decir el pensamiento. Tres puntos como tres ojos, como tres filas de miles de metros de cable vistas desde el frente. Así es como siguen los tres puntos su batalla de supervivencia. Nos dan expresividad, nos quitan certeza. Pobres tres puntos, jamás se vio un aparato bélico tan inocente capaz de resistir contra la contundencia grecorromana de las luchas de los etcéteras. Déjame en paz, etcétera; compra algo de fruta como naranjas, manzanas, limones, etcétera; una cuestión muy destacada en ámbitos como el político, económico, social, etcétera; Un largo etcétera...

Ahora los tres puntos se unieron como una rémora al etcétera, cosa poco viable, porque no hay más inconclusión, alargamiento y dejadez que esa combinación. ¡Largos tres puntos, larga vida a los tres puntos! Así es como deberían concluir todas esas listas inconclusas. De resto, los tres puntos no deben desaparecer, por el bien de los suspiros

Tengan Cuidado

Ten cuidado, ciencia
porque los tiempos han cambiado
El rey de la selva vive ahora
entre el barro y los neumáticos
el mundo se haya completamente explorado
y cada vez hay menos blanco en el Ártico.
Las guerras atómicas parecen disiparse
y ahora luchamos contra átomos transgénicos
que duermen feroces en la salsa de tomate.
Nos condenamos a guerras imposibles de ganar
Con el tercer pie nos hacemos la zancadilla
Y con el cuarto argüimos que es producto del azar.

Ten cuidado, religión
porque los tiempos están cambiando
cambia de marcha la evolución rabiosa
cambia de color la tierra
ayer no había trigo ni arroz para bocas hambrientas
y sin embargo un dogma planta papas
en las huertas del Vaticano.

Ten cuidado, amor
porque los tiempos ya cambiaron
somos seis mil millones de personas
sujetas por la soledad en cada momento
somos el ojo díscolo de la cámara:
Carguen, apunten, ¡fuego!

Ten cuidado, futuro
porque los tiempos seguirán cambiando
la relatividad cumple cien años
y aun no aprendemos a ser relativos
escucha mi advertencia ahora
y adelántate a los hechos
porque dentro de muy poco tiempo
probablemente no estaremos vivos.

Corriente




Me preguntan a qué me dedico y no respondo. Me preguntan quién soy y tampoco respondo. Ahora bien, dado que el sentido de estas dos preguntas es tan vano como las posibles repuestas, aquí, en este espacio, les contaré algunas cosas sin importancia, con tres puntos como tres supiros... Por ello, espero llegar al nivel de esa corriente de 120 w que hace funcionar el microondas de nuestras casas. Un saludo.